Crónica/ ¡Asesino!, reciben entre gritos y manotazos al gobernador de Michoacán en el funeral de Carlos Manzo¡Asesino!, reciben entre gritos y manotazos al gobernador de Michoacán en el funeral de Carlos Manzo

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Alrededor de las ocho de la mañana, la funeraria donde se velaba el cuerpo del exalcalde de Uruapan, Carlos Manzo, permanecía en silencio, acompañada únicamente por su familia. Poco después de hacerse público el lugar del velorio, la gente comenzó a llegar para despedirse.

La fila para entrar no era larga; unas cincuenta personas esperaban su turno para darle el último adiós a quien había prometido enfrentar al crimen organizado en su municipio. Dentro de la sala, el féretro cerrado estaba coronado con flores y sobre él descansaba el sombrero del alcalde, símbolo del movimiento de “La Sombreriza” que lo llevó a ganar las elecciones. Mientras avanzaba la fila, escuché a una mujer llorando con fuerza; sin temor a ser oída, comenzó a gritar que el pueblo de Uruapan se levantaría en armas para exigir justicia por su muerte, por su cruel y lamentable asesinato.

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Captura de pantalla Facebook Atzin Zamudio



Afuera, en la calle, comenzaron a escucharse gritos: “¡Fuera, fuera, fuera!”. Dentro del recinto, nadie entendía qué ocurría; algunos salieron corriendo para averiguar, otros permanecimos expectantes. Entre la multitud enardecida apareció una figura de cabello blanco: era el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla. Desde que cruzó la puerta, los gritos se intensificaron: “¡Fuera, asesino!”. El mandatario avanzó como si no escuchara, sin su escolta visible. Las voces se hicieron más furiosas y algunas mujeres, indignadas, le lanzaron manotazos.

“¡Asesino, asesino, asesino!”, se repetía una y otra vez. Luego los gritos se transformaron en una exigencia colectiva: “¡Justicia, justicia, justicia!”. La tensión era tal que la familia tuvo que intervenir. La viuda, Grecia Quiroz, pidió a los presentes guardar respeto, recordando que ahí descansaban los restos de su esposo. Solicitó a la gente continuar exigiendo justicia, pero en otro momento y lugar.



Por la distancia desde donde me encontraba, no alcancé a escuchar las palabras que el gobernador dirigió a Grecia, ahora viuda y madre de dos hijos. Ella lo abrazó con evidente dolor. Pocos minutos antes, la ex esposa de Manzo recalcó que el gobernador había acudido en son de paz y como amigo de la familia.

Desde mi rincón observé cómo el mandatario abrazaba a los deudos mientras su fotógrafo captaba la escena.

A mi lado, una mujer murmuró algo que me hizo pensar: “¿No viene de luto? Viene vestido de azul, con colores claros. ¿Qué mensaje será ese?”, le preguntó a otra joven.

Poco después, salió a la calle, donde fue despedido entre gritos de desaprobación del pueblo uruapense.

Por precaución, decidí quedarme un momento más dentro del recinto, esperando que se calmara el ambiente antes de salir. Finalmente, la familia pidió a los asistentes retirarse, pues deseaban despedirse en privado. Me marché, pensando: la vida sigue, aunque la muerte del alcalde duela. Hay que seguir trabajando, lavando, alimentando a nuestras familias.

Horas más tarde, seguí por redes sociales algunas transmisiones en vivo donde observé que La Pérgola estaba repleta de personas. Escuché con atención las palabras de Grecia, quien con voz firme pidió al pueblo de Uruapan no rendirse: “Y hoy le digo al pueblo de Uruapan que no decaigamos, que nos unamos, que nos levantemos como a él le hubiese gustado; que luchemos, que defendamos a nuestros hijos con uñas y dientes, que defendamos al Uruapan de antes, que defendamos nuestra patria, porque él hubiera sido el mejor presidente de México”.

Meses antes de su asesinato, Carlos Manzo había denunciado públicamente haber recibido amenazas de muerte y había solicitado protección tanto al gobierno de Michoacán como al gobierno de México. En diversas entrevistas expresó su preocupación por la inseguridad y por los intereses criminales que, según él, amenazaban su administración y la vida de su familia. Sin embargo, la protección nunca llegó.

El exalcalde fue atacado a balazos durante el Festival de Velas, una celebración conmemorativa del Día de Muertos en Uruapan. En el lugar se encontraban sus hijos y cientos de familias que asistían al evento cultural. Manzo murió al llegar al hospital. Hoy, su asesinato ocupa los titulares nacionales e internacionales; las redes sociales arden de indignación y las miradas se dirigen al gobierno estatal y federal, reclamando que no se atendieron sus llamados de auxilio frente al crimen organizado que domina esta región de Michoacán.

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